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Un ‘macho’ viéndose en el espejo de letras

Sábado 18 Marzo 2023 (12:17)
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Recuerdos de una vida olvidable…
Por Manuel Rivera

Cuando me dijo que el cuadro que estaba en la sala había sido pintado por su madre, mi abuela, provocó en mí una reacción contradictoria: me sentí orgulloso por tener entre mis orígenes a una artista extraordinaria, pero también experimenté tristeza al compartir la frustración que la autora seguramente sintió, cuando su entorno y familia la condenaron a someterse a un esposo y servir en un hogar para nunca más volver a pintar.

Entendí también la magnitud del crimen de la sociedad timorata y silente ante la imposición de la fuerza como directora de vidas y la esclavitud disfrazada de roles creados a conveniencia del sistema patriarcal, que transgredieron el derecho de mi mamá a ser maestra y no sólo ama de casa, como me lo expresó al continuar su conversación en la etapa de despedida en la que hoy está.

El día que frente a la realidad cierre los ojos estaré cerrando también mi paso por la vida. Observar aquello que no le gusta a las personas, sería el primer paso para intentar cambiarlo. Evadir o negar la percepción que forma la realidad del hombre, no la desaparece y sí puede eternizarla.

Dejo constancia así de esos recuerdos y elementales reflexiones poco después de las marchas en el país realizadas el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.

Ese miércoles, con la solidaridad de mi esposa, se manifestaron mis hijas junto con miles de mujeres más para hacer valer su derecho a la justicia y equidad, conjunto que en su admirable mayoría estaba formado por mexicanas de paz y vocación de libertad. A todas ellas las observé defendiendo las causas de mi abuela y madre.

Ni las provocaciones de siempre en la fantasía de “lo diferente” o de “lo nuevo”, ni la rabia desbordada de algunas manifestantes, lograron distraer mayormente la atención en la esencia del movimiento feminista, como podrían desearlo quienes buscan conservar el poder producto de la fuerza y temen la victoria de la razón.

Encontrar los motivos de esa lucha es tan sencillo como percibir la actitud defensiva de una mujer al coincidir en la calle desierta con un desconocido, percatarse de casos en los que ella desempeña trabajos iguales a los del varón y recibe salarios inferiores a los de este, escuchar que de las más de 100 mil personas desaparecidas en el país cerca de una cuarta parte son del género femenino o leer el comunicado de prensa del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), fechado el 30 de agosto de 2022, informando que “En México, 70.1 % de las mujeres de 15 años y más ha experimentado, al menos, una situación de violencia a lo largo de la vida”.

Los seres humanos jamás deberíamos permanecer pasivos ante los hechos contrarios a la razón y el derecho, como aquellos que pretenden dar a las mujeres un papel de subordinación ante los hombres. No concibo la existencia del desarrollo, sin la equidad de género, pues nada en una sociedad de bienestar podría estar ajeno a la justicia.

La equidad debe dejar de ser mero pronunciamiento retórico, para convertirse en realidad de todos los días reflejada en el trato igual, respeto y defensa que la mujer merece por naturaleza, ley y razón.

Creer que un régimen es condescendiente cuando dice reconocer los derechos de las mujeres, equivale a pensar que es el buen ánimo del hombre el que da permiso al sol para que salga. Porque las mujeres de mi vida me enseñaron que no piden favores, sino que reclaman respeto a lo que les corresponde, considero no únicamente justa su lucha, sino también necesaria, pues ¿cómo podría avanzar una comunidad con el impulso de sólo la mitad de sus integrantes?

El valor de la gente radica en sus ideas, educación, talento, trabajo y vocación de servicio, no en su género, condiciones socioeconómicas o cualquier otra etiqueta diferente a la de su esencia humana.

Debe por lo tanto dejar de asumirse a las mujeres solamente como seres vulnerables, entendiendo que la gran asignatura pendiente con ellas no está relacionada con la vulnerabilidad, sino con la justicia e igualdad.

Creer en un ser humano distinto sólo será posible cuando exista uno que ni ría ni llore, que no tenga sueños ni viva alentado por la esperanza, que permanezca imperturbable ante las caricias, que poco o nada le importe la integridad y libertad de su cuerpo.

Repudio el vandalismo, pero más que mi abuela y madre hayan sido avasalladas.

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